sábado, 15 de febrero de 2014

Odia a Parménides

Como los satélites
que no son estrellas
cascada rota de eternidad
raíz de diente
niño
poesía
sólo polvo—,
como los bajos
que no son guitarras ni serpientes,
como los delfines,
que no son peces aunque naden libres y admirados entre ellos,
como Pío Moa,
que no es Pío Baroja, 
como el genio, el fuego o la sífilis.
Tú eres el espejo roto en el que el wannabe se mira,
la chispa ahogada en la noche, el gemido,
el espartaquismo,
los pulmones de plomo,
los ojos tristes y las manos que tiemblan, impotentes.
Tú, que cruzaste y volviste de la Laguna Estigia sólo para decir:
"Lo que es, es, y no puede no ser.
Lo que no es, no es... y no puede ser".

viernes, 10 de enero de 2014

"... y la esperanza".

No me encontrarás en el fondo de la caverna, porque para bien o para mal (¡para bien!) ya es tarde para eso. ¡No! Mi destino es el de un errante Sísifo por el camino escarpado, aun cuando el exterior de la caverna no importe. El Sol no existe exactamente. Pero existo yo, y sus rayos y la sangre. Da igual cuántas veces intentéis (intentaste, padre) hacerme descender, ya es tarde para eso, para las cadenas y para creer la verdad de las mentiras en lugar de a la verdad mentirosa. Ya he entendido que soy Sísifo, y que abajo, donde las lechugas empanadas, no es mi sitio, y si no puedo volar, treparé, y rodaré colina escarpada abajo cuando esté triste, pero si alguna vez me veis caer del todo, recordadme que soy Sísifo, y cuando recobre las fuerzas seré reina de mi colina, con los dientes si hace falta. No quiero salir, no se puede hasta que es demasiado tarde, yo estoy en el jodido camino donde Ulises vivió tantas aventuras antes de llegar a Ítaca. Aquí me quedo, moviéndome siempre. Que Ítaca me encuentre ella sola, estoy ocupada despellejándome las rodillas y sonriendo.
¡Mas qué cojones, viva la libertad, la rebeldía y la esperanza!

miércoles, 30 de octubre de 2013

Diario de

Salgo fuera de mí y es invierno, veo a los niños cruzar un paso de cebra y es invierno, me disuelvo en lo irresoluble y es invierno, nubes como de dragón llorando, invierno, tomo decisiones irrevocables sobre mi vida, invierno, leche caliente, invierno, diario de, invierno, y esta tristeza absoluta e insignificante de notar los dedos fríos entre las mangas del abrigo. Invierno, olor a madre. Suelo frío contra las nalgas, raíces frías, tallo frío, hojas y bolis fríos, flores frías, estomas fríos, mente... mente. Invierno.

martes, 29 de octubre de 2013

Baladí

Toda mi vida apesta a tabaco
y a toses,
aunque no fume,
aunque sólo tosa en brumario.

¿De dónde ha salido este sombrero?
No me entra en la cabeza.
Y no tiene conejos.
No, conejos, jamás.

Las zanahorias no sirven de gafas,
ni siquiera de paracaídas.
¡Espera!
Las zanahorias han hecho mucho daño.

No ato mis cordones convencionalmente.
Y creo que les pongo muy tristes,
creo que no les gustan mis manos.
A mí tampoco.

Le pedí a una estrella fugaz
que no huyera.
Se rió en mi cara.
La etimología es fuerte, muy fuerte.

Creo que me estoy enamorando
de los ojos de los niños,
aunque me asusten mucho,
o precisamente por ello.

¡No! Me duele estar lejos de Helsinki.
Y conozco lo bastante de distancias
como para saber que lejos
es tener que hablar en condicional.

Esquirol, esquirol,
el día que tú naciste grandes señales había.
La luna estaba crecida.
Esquirol, esquirol.

¡Hay un 29
en la puerta de mi instituto!
Pero me cae bien.
Algunos días.

Mamá, no tosas más.
Por favor.
Mamá,
¿por qué no me dices qué haces en el médico?

Despuntan las 4:19 de la mañana
y el lunes me arrepentiré de todo,
como siempre.
Y todos somos amarillos a nuestra manera.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Pijamas de pino

Un día me levanté y la muerte me encontró en pijama
(los días trágicos también empiezan en pijama),
y el cadáver de mi abuelo fue despedazado por palomas, flores y besos.
El reloj se derramaba en los cuadros del tanatorio y las sillas eran cómodas.
Un día me levantaré y de las manos deformes de mi abuela
sólo quedará el polvo de los huesos de mis hijos,
y se acabarán los cuentos de buenas noches y el calor y el conservadurismo,
y el calor.
Un día me levantaré y la historia se habrá tragado a los que amé,
y a mis poemas,
y a todo lo que odié,
y a los edificios de los que no conseguí escapar,
y a los árboles que deseé que nos invadieran.
Y al cielo, al cielo. ¿Cómo va a vivir alguien sin ver el cielo?
Y a las palabras, a las palabras de amor, a las palabras rotas, olvidadas, prohibidas, frágiles, eternamente caducas,
a las palabras, mi vida,
a tu cuerpo contra el mío
y a la fina lluvia de agujas que es tu tristeza.
Y a mí, desnuda, pensativa, remendada,
también me encontrará la muerte.

Un día no me levantaré.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Soy de la vieja casa

Soy de la vieja casa, de la vieja casa,
la de los miles de ojos y las espadas.
Soy de la vieja casa, la vieja casa,
la que cargaron mis abuelos a sus espaldas.
La vieja casa, siempre marcando con sus visitas el paso del tiempo,
y el tímido reloj del baño, la madera astillada del marco de la puerta del salón,
los veranos, el eco, los techos altos,
el gotelé, los gatos muertos.
Aquí nadie me ha gritado,
los dragones de plata triste de la escalera me hicieron feliz.
Ahora tengo diecisiete años,
y la dosis necesaria de realismo para fundirme con el vestíbulo en silencio.
Yo reí aquí una vez,
este espejo me ha visto crecer.
¿Me iré?
¿No voy a perseguir nunca más a un mocoso moreno con el flequillo sobre los ojos por el patio?
¿Quién les hará cosquillas a los niños si yo me voy?
¿Quién les va a enseñar a gritar al pozo?
Pensando estas cosas en la escalera de los 70
soy la mezcla oportuna de talento y mala suerte.
Este es mi castillo,
qué importan los títulos de propiedad.
Sé que no es mi hogar,
y qué.

Yo nunca he tenido uno.

sábado, 17 de agosto de 2013

La verdad es de color verde
-me gusta el color verde-,
la verdad es una galleta mordida,
la verdad son dos cepillos de dientes entrelazados y muriendo.
La verdad, la verdad
-a lo lejos, me grito dentro-,
la verdad
-¡Dios! ¡Cómo desearía a veces ser normal!-,
la verdad, la verdad, la verdad.

domingo, 28 de julio de 2013

Memorizo

Memorizo porque la memoria es lo único que me quedará cuando te vayas, cuando todos se hayan ido. La memoria y si tengo suerte alguna clase de soporte virtual, de papel, de barro, ojalá, ojalá, por favor, tu oreja, para redactar todo lo que recuerdo y por qué los domingos me ponen tan triste. Cagarme en la puta porque la verdadera libertad es no existir, por eso Dios es libre y los que soñamos con la libertad tenemos las cadenas más pesadas. Estoy pasada, no tengo veinte años y ya he caducado. No soy un yogur de Macedonia. Ni siquiera es síndrome pre, post menstrual, mis ovarios son tan libres que me duele que no me duelan. Me pregunto si se repetirá esta escena con 51 años y si lo más dulce de mi vida será el whisky a falta de tus ojos, ¡QUE NO SON MEDIOCRES!, si acaso llegaré a cumplir 51 años. Preveo que entonces me obsesionaré con el paso del tiempo. Ojalá me quieras con los ojos hundidos para que yo intente sacarlos a flote por nosotras... Vendrá la muerte, pero Pavese, sería no tener sus ojos... La muerte es perder la vida, la vida que tú estás dispuesta a darme y a la que yo me tiro de cabeza, aunque la tenga rota, porque tú me quieres así.

sábado, 20 de julio de 2013

Que crezcan.

Dentro de mí siempre ha existido un lobo
(ahora dos):
el de la nostalgia.
La nostalgia del que archiva fieramente los recuerdos,
no vaya a ser que los secuestre la lluvia,
y como un poseso se tatúa a fuego con el brazo del dolor
hasta el detalle más insignificante.
El dolor insignificante es el que mata a uno por dentro,
despacio,
es el dolor de las goteras o las termitas
o los billetes de tren caducados.
Con el placer insignificante pasa lo mismo.
Es la nostalgia de saberse pequeño en un cuerpo, casa, tierra, universos infinitos.
La nostalgia del que nunca se conocerá a sí mismo
ni a aquel niño venezolano que sostiene el mundo con sus manitas de hoyuelos.
La nostalgia de quien nunca sabrá quién hizo el amor antes en la habitación que ahora llama suya.
La nostalgia de las raíces muertas en una tierra que siempre será de otros.
La nostalgia del telescopio o la pata de la mesa.
La nostalgia de los millones de personas que le prometieron la luna a alguien,
la de no visitar Plutón o Etiopía.
La nostalgia, en fin, de quien domina y se somete al tiempo,
yaciendo en el suelo,
dejando a las nubes crecer.

lunes, 15 de julio de 2013

ma

Finalmente me he convertido en la clase de persona que asalta las clases del parvulario en busca de restos mancillados (para siempre) de plastilina bajo las sillas de colores para convencerse de que la felicidad absoluta de los 4 años existió de verdad a veces y de que toda la lluvia que me ha aplastado el flequillo desde entonces no es excusa para no dejarme oler ni un poco a inocencia, aunque sea de lejos, mamá.

lunes, 8 de julio de 2013

Me va a doler el culo

Entonces creo, Pablo,
que la vida es un columpio,
tal vez de hierro, madera, plástico o cristal,
a lo mejor las cadenas son la doble hélice del ADN
o seda dental,
y los apoyos, las piernas de una chica guapa
o una enorme a mayúscula.
Pero la vida es un columpio
y los columpios, columpios son.



Por cierto: 

No tiene desperdicio y esa presentadora entrevistadora tan guapa y chachi es amiga mía. A mí personalmente me gusta el árbol del fondo. A verlo todos, capulles.

martes, 7 de mayo de 2013

Latente

Golpearse la oreja es un dolor maravilloso. Al principio parece que te has equivocado con el teléfono y le has dicho "¿diga?" (entre lagrimones como puños) a una plancha, y lo peor, que llamaba el 1004, pero poco a poco vas emergiendo de ese tortuoso mar de lava de los infiernos más infernales de todo el Hades (Murcia) y piensas, arrullando a ese pequeño, rojo y latente pedacito de ti: "Hoy me he hecho hombre".

miércoles, 24 de abril de 2013

Espumillion

A lo mejor todo esto es mentira;
inventarse metáforas y el zumo de naranja,
nadar en la selva y en la leche fría
y las palomas.
A lo mejor todo esto es mentira
y respirar sólo es quemarse lentamente,
hasta que nace una bocanada
del humo del fracaso
y la risa fractal
y las moscas
que es mucho menos mentira que las demás bocanadas
porque es la última.

A lo mejor todo esto es mentira
y yo sólo soy espumillón.
(O la primera).

lunes, 15 de abril de 2013

Gueto de desahucio

A veces enciendo la tele. No suele ser una buena idea, porque acabo confusa, cabreada, molesta, cacahuete o todo a la vez. Esta vez no ha sido una excepción: la culpa la tiene el "nazismo puro" de las Illes Balears voy a ponerlo en catalán a ver si toco más los cojones.
Mª Dolores de Cospedal, ahí donde la veis, tiene que ser hija de Ana Frank o algo de eso, además de ser la insigne presi de mi comunidad autónoma (ya, soy de Albacete, hagamos como que no lo he dicho), porque ella sabe mejor que nadie lo que es el nazismo y las increíbles similitudes que guarda con eso que está tan de moda últimamente que es el scratching, ejcrache, eskratxe o escrache, ahora que se me ha pasado el ataque de gilipollez. Técnica que tiene su origen, aunque supongo que vendría haciéndose ya de antes, en Argentina, durante los años más duros de la dictadura. En la dictablanda de Espiña lleva ya un tiempo practicándose, pero ha ganado en importancia ahora al ser obra de comunistas nazis de extrema izquierda asesinos de niños y de la madre de Bambi y que además combinan rosa con rojo. En fin, la ilustrísima señora Cospedal, Cospe para los frenes, declaró sobre los escraches que eran "una forma de totalitarismo, fascismo, nazismo puro y duro". A mí que una señora de un partidido con raíces franquistas me hable de fascismo pues, pues como que me hace parpadear un poco. Lo mejor es cuando teje entre sus brazos el símil, de un modo casi poético, de la situación actual de España comparándola con el III Reich (no con los años del Crack del 29, donde habría sido más lógico hacer la comparación, por aquello de los millones de parados, el descontento social, el periodo de grave recesión económica, etc etc etc). Pobres políticos españolos del gueto de Varsovia huyendo por los restos de su bombardeada ciudad de ese terrible dragón con bigotito... Obligados a elegir, en un campo de concentración de color gris, entre colaborar con los nazis, viendo morir a su familia, amigos, conocidos, desconocidos con estrella de cartón en el pecho, y morir junto a sus desconocidos con estrella, conocidos, amigos, familia. Tener a un grupo de personas dando voces fuera de tu casa es tan horrible como tener a ese grupo de personas vociferando dentro de tu cabeza tras ver morir a tus hijos delante de tus narices, o, peor, conducirles tú mismo a la cámara de gas por haber elegido colaborar con el régimen. Más horrible que el jabón que hicieron con la grasa de tu culo o la cabeza reducida de aquella chica que te daba el pan usada como pisapapeles de algún alto cargo del NSDAP. Nazismo, 6 millones de muertes, personas rotas y un dolor psicológico inimaginable, sangre, odio, bombardeos, señores con bigote, deficientes mentales sacrificados para mantener la pureza de la raza aria, gitanas castradas, cámaras de gas, fusilamientos en una fosa tendidos encima de los cadáveres de la tanda de fusilamientos anterior, SEIS MILLONES DE MUERTES, un escrache.
Personalmente no me hacen mucha ilusión los escraches (aunque me hacen mucha menos ilusión los desahucios), pero ¿nazismo? ¿De verdad? La falta de sensibilidad ya duele.
En fin, al menos en fotos como esta la Cospe es graciosa.

Mujereemos a sus violas y caballeemos en sus huidas, eso les confundirá.

lunes, 8 de abril de 2013

Globa-globalización

Le escribo a un cuerpo vacío
huyendo de las colmenas.
Le escribo a un cuerpo vacío
que no entiende a las alamedas.
Le escribo a un cuerpo vacío
desde mi trinchera
(de información).
Cuando me estorban los dientes,
le escribo a un cuerpo vacío.
Globalización.

viernes, 22 de marzo de 2013

¿Qué es para siempre?


¿No te acojona pensar que la acera que gris que piso todos los días al volver a mi casa se desintegra lentamente?
¿Que mis cordones desatados serán barridos por el tiempo? ¿La respiración tranquila de mi hermano cuando duerme? Mi lengua. El relámpago en potencia del enchufe de cuando nos desafiamos, la nieve de la mejor postal del mundo, las canciones donde escondo momentos como si sólo fueran mías. El caos que me envuelve, mi forma de mirar cuando no me mira nadie. Mi letra horrorosa, la cara de espanto de la gente que la ve, las palabrotas. Follar. Las sonrisas de cuando éramos jóvenes, ir con el puntillo, Palestina, Dantzig, Nietzsche, mi síndrome de Stendhal al mirar al cielo de ese azul inconcebible. Los pulmones negros, el olor de mayo, la lepra otoñal de los parques, mis ganas de desaparecer de las 15:47, el 29 de abril. El vano de la puerta es en vano, mis fútiles juegos de palabras, también. Los brazos de mi madre cuando soy pequeña no tienen ninguna oportunidad contra los latigazos del tiempo, y yo sólo puedo mirar asustada y pálida mientras todo se pudre. Un latido más, un latido menos. ¿Qué es para siempre? A veces sólo un segundo. Ni eso. Y el tiempo no existe, no es más que otra excusa vital ante una muerte anunciada desde... siempre. ¿Qué es para siempre? ¿Y tú me lo preguntas? Para siempre eres tú.
Aunque el polvo del viento diga lo contrario.

jueves, 21 de febrero de 2013

Y tú hueles a piscina.



"Forever's not so long...", ando pensando mientras te acaricio distraídamente el pelo. Entonces un gruñido malhumorado me devuelve a mi sitio: lo que me quede de pulgar.
Bueno, no importa. No es una sorpresa, algo a lo que nunca me haya enfrentado. No es tormenta, sólo es lluvia. Siempre has sido lluvia. Lluvia, un poco ácida a veces, y cansina, claro, pero mi lluvia, a fin de cuentas. Y a veces sale el sol, aunque chispea. Y no hay arcoíris. Joder, nunca me gustaron los putos arcoíris y a los arcoíris nunca les gusté yo. Mierda.
Podría haberme pasado años buscando qué tenía de especial tu nariz trigonométrica. Y así lo hice. Yo tenía una devoción ciega en tus cejas y en tu cuello, lo que pasa es que al final Dios no existe. Dios nunca existe, aunque yo quería creer que sí. Nunca dije nada por no romperle el corazón a esa gente de mi libro de lengua con la que viviré el resto de mi vida. Virgen arriba, sotana abajo, y muérete, y muérete, y muérete. ¡No quiero morirme, Manrique! Pero Dios no tiene por costumbre existir.
No, niego con la cabeza y observo en silencio. Y entonces algo se rompe. O se arregla. Yo qué sé, mi vida se ha derrumbado y ya no me importan esos matices. Joder, ni siquiera me importo yo, ni siquiera me importa tu nariz. Al menos, no como antes.
La única verdad es que no hay una única verdad. Y, como no podía ser de otro modo, esto tampoco es absolutamente cierto, porque existen las matemáticas y la lógica. Existimos tú y yo. O tal vez no. No hay una única verdad, o sí. Nadaré un rato más entre la ambigüedad antes de decidir que prefiero no masturbarme más pensando en ti.
Qué desidia, te he dejado la puerta abierta y ya ni siquiera entras para incordiarme y pincharme en las costillas. Bueno, no importa. No es una sorpresa, algo a lo que nunca me haya enfrentado. Espera, sí que lo es. Desidia. Qué raro suena, qué raro has sonado siempre.
Supongo que de vez en cuando asomarás la nariz. No esperaba menos, llevo tus tatuajes en los brazos, aunque ya han dejado de arderme. Más o menos. Supongo que siempre que entres te chuparé el codo, pero ya no necesito chuparte el codo. Y me alegro.

Algo se ha roto o arreglado y sólo me queda afrontar el agnosticismo romántico. Estoy demasiado rota (o arreglada) para ser atea, pero empiezo a comprender qué significa ser libre.
Y tú hueles a piscina.

sábado, 16 de febrero de 2013

A veces libre


Este es Carlo Platko.
A Carlo Platko le gusta leer, caminar y estar solo, en resumen: le gusta ser Carlo Platko. A veces Carlo Platko también escucha el mar, pero sólo cuando está totalmente seguro de que el mar no le puede escuchar a él, y siempre desde una distancia prudencial. Entre las hojas de una palmera, donde mis olas no puedan encontarle.
Sin embargo, incluso Carlo Platko necesita el mar de vez en cuando.

Carlo Platko sonríe porque no hay barcos a la vista y hunde los dedos en la arena húmeda. Carlo Platko tiene esa clase de sonrisa que detiene las olas y a la vez hace que luchen entre sí por correr a lamerle. Carlo Platko tiene esa clase de sonrisa de la gente que nunca ha sonreído mucho.

¡Carlo Platko! Ahogado en la luz, sus dedos se aferran al lomo de un libro para sobrevivir. Aunque esta banda sonora dé mucho miedo y no haya nadie enfrente de Carlo Platko que quiera hundirse en su lugar. Justo como planeó.

¿Carlo Platko? ¡Suelta esas fórmulas químicas y mírame! ¡Mírame! Mírame...
Tomamos aliento...
Y esos ojos verdes que secuestran sin darse cuenta...
Y esos ojos incomprensibles fugándose entre la espuma rabiosa...

Carlo Platko escupe y traga y en el mundo sensible nos duele el cuello. La voz de Carlo Platko es pueril, en ocasiones congestionada. A veces libre.
 —Sé a sal.
Y es mío, y esa humilde perfección me dura un instante. A veces libre.


Nadie se olvida, Carlo Platko.
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
No, nadie, nadie, nadie.
Nadie es a veces libre.